¿Por qué fracasó la Nueva Constitución Chilena?

En octubre de 2019 subió la tarifa del transporte público en Santiago y la indignación fue tal, que una serie de protestas convocadas por estudiantes para brincarse las vallas del metro escalaron rápidamente, hasta convertirse en una revuelta antineoliberal que se extendió por todo el país. El metro de la capital chilena ya era de por sí el más caro de toda Latinoamérica, pero afirmar que la subida de su costo fue la causa fundamental del Estallido Social sería como decir que uno se embriagó por beber la última de cinco caguamas; “No son 30 pesos, son 30 años”, gritaba el pueblo por las calles aquellos días. El Estallido Social chileno se produjo por la contradicción entre la supervivencia del gobierno neoliberal de corte pinochetista, y la creciente conciencia de clase gestada en las masas durante las luchas sociales que se dieron tras la dictadura militar. Este brote de movilización tuvo como consecuencia el establecimiento de una Convención Constitucional, cuya propuesta fue sometida a plebiscito y rechazada en septiembre de 2022. La esperanza voló al cielo y se reventó en lo más alto como un globo de helio, pero no hay que dejarse engañar, el momento trágico ocurrió mucho antes, cuando el pueblo soltó el globo o, mejor dicho, cuando le fue arrebatado por aquellos que lo soltaron.

Autor: Rolando Ramos Cardona

El interés de las masas por crear una nueva constitución para Chile es una manifestación de interés por conquistar los derechos que les han sido arrebatados para sacrificarlos al Capital, definitivamente hubiera significado un gran paso, hoy nos queda comprender el origen de su fracaso. La primera chispa de rebeldía estudiantil en octubre de 2019 resultó premonitoria del proceso constitucional que habría de vivir Chile en los próximos años, porque la consigna de escribir una nueva constitución comenzó a popularizarse precisamente en movimientos estudiantiles como los de 2006 y 2011, que exigieron al Estado garantizar educación pública y se encontraban con que la constitución redactada durante la dictadura da derecho a que los padres puedan escoger la educación de sus hijos, pero no derecho a la educación en sí, es decir, la educación es básicamente asunto del libre mercado. El Estado prefiere subsidiar empresas privadas cuyo objetivo es la ganancia a formar instituciones públicas cuya lógica sirva a los seres humanos, y así también con las pensiones, la salud y hasta la distribución del agua.

La chispa estudiantil hizo combustión en el pueblo y se incendiaron 4 estaciones del metro, sonaron las cacerolas, tronaron los vidrios de los supermercados y se tomaron las grandes avenidas. En la Plaza Baquedano había una estatua de un general montado caballo que se elevaba por lo alto, en los días del Estallido Social la renombraron Plaza de la Dignidad y por encima de caballo creció una llama que se alimentaba del corazón de grandes oradores, su fuego majestuoso calentó la rebelión y le alumbró el camino. El Estado no dudó en usar su aparato de represión (la policía y el ejercito) para frenar la revolución, y para mantener la Plaza de la Dignidad el combate contra los pacos fue diario, sin descanso. (le dicen ‘pacos’ a los ‘puercos’ en Chile). Valientes jóvenes armados con palos, piedras y una que otra bomba molotov se enfrentaron a una artillería definitivamente superior, muchos eran detenidos, torturados, abusados o perdieron el ojo por una bala de goma y aun así combatían con la frente alta por ver un mejor futuro, sin comandos que se los ordenaran, el apoyo mutuo mantuvo las líneas de suministro y combate durante semanas. En momentos así la historia tiene otro ritmo; el 20 de noviembre un colectivo de cuatro mujeres presentó el performance un violador en tu camino, treinta mujeres les siguieron, 5 días después otras cuatro mil y después miles y miles de mujeres de todo el mundo se les unieron, el eco de la rebelión transgredió las fronteras contra el patriarcado internacional en cuestión de días y por iniciativa de solo cuatro mujeres. En mundo tenía los ojos en Chile y desde Latinoamérica les mirábamos con particular esperanza.

A inicios de noviembre de 2019 el movimiento está muy caliente y la represión aumenta día a día considerablemente, no obstante, también cada día se generan nuevas redes de organización que crecen exponencialmente; en asambleas barriales y populares se habla de crear una Asamblea Constitucional. Piñera, el expresidente, después de haber pedido disculpas, corrido a su gabinete y ofrecido migajas al pueblo, finalmente propone al Congreso un Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución que es firmado en la madrugada del 15 de noviembre, la izquierda acompaña la medida en un Frente Amplio que reúne a los partidos de progresistas, democristianos y rojos. A partir de aquel día comenzaría un proceso de desmovilización revestido con la estética del Estallido Social, la contradicción entre los intereses del pueblo organizado (que quería una Asamblea Constitucional) y las limitaciones del Frente Amplio (que solo podían ofrecer una Convención Constitucional) ya se encontraban en un punto peligroso, pero en general pasó desapercibido porque el ala izquierda del Congreso realmente aparentaba tener buenas intenciones, por ejemplo, el 18 de diciembre, mientras se discutía en la Cámara de Diputados la paridad de género en la Convención, Gabriel Boric, futuro presidente y traidor, ayudó a un contingente feminista a irrumpir en pleno debate, parecía que el diputado conspiraba con el pueblo contra el mal gobierno, pero sin importar sus buenas intenciones rechazó la necesidad de que fuese el pueblo organizado quien tomara la dirección del proceso aun cuando las condiciones de posibilidad eran favorables.

Para comprender la trampa tendida en el proceso de la nueva constitución hay que entender que una Asamblea y una Convención son distintas, la primera la organiza el pueblo, se autorregula y es soberana a nivel internacional, en cambio, la segunda es regulada y convenida por algún Estado. El proceso comenzó con un plebiscito en el que se cuestionó al pueblo si querían que se redactara una nueva constitución y si querían que la convención fuera ‘mixta’ entre legisladores actuales y candidatos electos o ‘constitucional’ con solo estos últimos. Finalmente, aún después de todo lo convenido anteriormente, se hizo otro plebiscito para aceptar o rechazar la constitución propuesta. La Convención Constitucional chilena tenía las limitantes de que se comprometía a respetar la propiedad privada y tratados internacionales, y que con la finalidad de llegar a ‘acuerdos amplios’ se pactó que serían necesarios dos tercios de votación para pasar las leyes, además la modificación que se hizo en la constitución actual para abrir el proceso ni siquiera es un nuevo mecanismo para convocar una Convención, sino que estuvo enmarcado para esa única ocasión y por supuesto, quedó bajo la regulación del Poder Judicial.

Tras haberse concretado el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, el primer plebiscito estaba planeado para abril. A finales de año los ánimos estaban más tranquilos pero la movilización y organización seguían muy activas, algunos militantes se daban cuenta de que el proceso constitucional tenía trampas, pero era mejor que nada y estaba respaldado por la opinión popular. En marzo de 2020 la manifestación del 8M y movilizaciones estudiantiles volvieron a encender la rabia del pueblo chileno, las organizaciones combativas planeaban un Supermarzo y desde el gobierno se temía un Segundo Estallido Social. Sin embargo, no fue posible: Desde el inicio el Estado actuó con la mayor represión, llegando incluso a arrojarle a los manifestantes una sustancia tóxica color amarillo que le provocó quemaduras graves a muchas personas, además, en ese periodo llega el Covid-19 a Latinoamérica y el gobierno chileno aprovecha para declarar un estado de excepción constitucional, limitando las reuniones y el tránsito. En esas duras condiciones los pacos toman la Plaza de la Dignidad y encima, se mueve el primer plebiscito hasta octubre, para entonces la desmovilización no ha sido completamente concretada, sería imposible, pero sin duda en aquel periodo vital para la conquista de nuevos derechos, la fuerza del movimiento era mortalmente aplastada.

En el primer plebiscito ganó la integración de la Convención Constitucional, el ‘sí’ a una nueva constitución obtuvo 5.5 millones de votos a favor impulsado por manifestaciones a principio del mes. En mayo del 2021 se llevó a cabo la elección de los constituyentes, para aquel momento las organizaciones combativas estaban debilitadas y la dirección del proceso ya había sido disputada y perdida por el pueblo, pero esté en su mayoría aún lo ignoraba. A pesar de todo esto, la Convención fue mayormente formada por independientes de izquierda, aunque estos no estaban estrechamente relacionados con organizaciones de base y se enfrentaban con todas las limitaciones antes descritas. De igual manera fue positivo, ya que no permitió que la derecha consiguiera el tercio que necesitaba. La Propuesta a Nueva Constitución aprobada en julio de 2022 tenía mucho que trabajar y por supuesto, no está ni cerca de ser la Constitución de la Republica Socialista Feminista Democrática de Chile que a muchos nos hubiera gustado, sin embargo, era una posición mucho más avanzada con la que la que la clase trabajadora, mujeres; la comunidad LGTB+, personas racializadas y naciones indígenas en Chile pudieron haber conquistados más derechos desde un Estado Social que les ofreciera mejores condiciones de vida. Lo único que faltaba para aprobar esa constitución era que pasara por el plebiscito de salida, lo cual era de por sí un abuso, pero ya lo había pactado la izquierda.

La ideología dominante es la ideología de la clase dominante y desde esta perspectiva, las ideologías de clases antagónicas están en contradicción del mismo modo que esas clases. La ideología de la clase dominada debe ser impulsada por aparatos propagandísticos que se alimenten de la organización permanente de las masas tratando de disputar el discurso hegemónico, la Convención Constitucional tuvo que estar acompañada de un impulso de este tipo, tanto para intervenir en la discusión como para convencer al pueblo y combatir la propaganda de derecha revestida de ‘objetividad y profesionalismo’ que ejercen los medios de comunicación masiva. Como en la batalla por la Plaza de la Dignidad, la ‘artillería ideológica’ del Estado Capitalista fue superior a la del movimiento, pero esta vez no estuvieron suficientemente organizados para hacer frente, el trabajo tenía que haberse activado meses antes, pero para entonces las masas ya habían sido desmovilizadas, estaba en disputa la conciencia del electorado y el aparato mediático reproductor del discurso hegemónico no tenía ningún rival que pudiera hacerle frente para imponerse en el terreno.

Desde la integración de la Convención Constitucional no paró la campaña de noticias absurdas para desprestigiarla y rápidamente su aprobación se vino abajo, se inventaron que ‘Chile iba a ser Venezuela’, que si votaban a favor ‘los mapuches iban a tener más derechos que los demás’ y una larga lista de estupideces sin sentido. La derecha mediática llenó las televisiones y las redes de machismo, homofobia, racismo, clasismo, xenofobia y nacionalismo para frenar la constitución. La crítica más razonable decía que la Propuesta a Constitución es demasiado larga y es verdad: se hubiese convertido en la Constitución con más artículos del mundo, pero era una afirmación tramposa que realmente pretendía que el texto no protegiera constitucionalmente nuevos derechos para la diversidad de chilenos y chilenas afectados por sus condiciones históricas particulares. El argumento fue el mismo de siempre: ‘acuerdos amplios’, una manera rimbombante de decir que hay que conceder irracionalidades a la derecha; así pretendían, por ejemplo, que no se protegiera el derecho al aborto y no puedo imaginar lo absurdo que hubiese sido que después de toda la movilización feminista que hizo posible que siquiera se redactara el texto, saliera la constitución sin esa línea aún con todo lo moderada que ya pudiera ser en esas condiciones.

El gobierno propuso el Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución porque sabían que contaban con aparatos mediáticos y de represión capaces de desmovilizar e incluso hastiar a la población antes del último plebiscito, que también garantizaron. Si lo analizamos desde las cifras electorales nos daremos cuenta de que, 5.5 millones de chilenos votaron por hacer una nueva constitución en 2020 y a penas 4.8 la aprobaron este año, en cambio, 1.5 millones votaron en contra en 2020 y 7 la rechazaron en el último plebiscito. El apoyo a la Nueva Constitución bajó y el rechazo aumentó exageradamente, además la derecha se radicalizó, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2021 el candidato de ultraderecha obtuvo 1.9 millones de sufragios y el 45% de los votos en la segunda. Por otro lado, la izquierda institucional consiguió capitalizar políticamente el Estallido Social y desde entonces no paran de moderar e incluso contener los intentos por imponer los intereses de las masas, esto se ha expresado clarísimamente en la figura de Gabriel Boric. Dentro de Apruebo Dignidad, una coalición entre el Frente Amplio y Chile Digno, Gabriel ganó contra el candidato del Partido Comunista de Chile para pasar a las elecciones presidenciales de 2021, después de ganar el segundo lugar en la primera vuelta moderó su discurso notablemente para coaptar el electorado del centro y mantener tranquilas a las élites, cuando ganó presentó a su gabinete en un acto lleno de simbolismos, frente al museo, con pañuelos feministas y toda la cosa, pero desde que llegó a la presidencia no ha parado de reprimir a la resistencia del pueblo mapuche y a los estudiantes, además su único ‘apoyo’ a la constitución fue decir que él estaba a favor y tratar de convencer a la derecha de aprobarla con la promesa de moderarla al entrar en vigor, ahora que la constitución fracasó sacó a los miembros de su gabinete más cercanos a los movimientos sociales y los sustituyó por miembros de una administración anterior, otra vez para alcanzar pinches ‘acuerdos amplios’ en un nuevo proceso constituyente y dentro de Apruebo Dignidad ya se está hablando de reducir el tamaño de la próxima propuesta a constitución. Básicamente, la izquierda está haciendo todo lo que la derecha quiere.

Una vez Boric pronunció que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo en Latinoamérica, también será su tumba”, no me interesa si él lo cree o no, lo que importa es que muchos chilenos sí le creyeron, pero cuando existió la oportunidad de que un movimiento organizado tomara la directriz política necesaria para llevar a cabo esta tarea, optó por desaprovecharla y capitalizarlo políticamente hacia una vía que jamás tuvo posibilidades reales de triunfar. Ahora, a tres años del Estallido Social, ha fracasado la Nueva Constitución y el gobierno que lo capitalizó pierde aprobación en picada. Un clásico en la historia: los reformistas apagan a los revolucionarios por interés de los reaccionarios, ‘bonapartismo’ le llaman. La cuestión es que la contradicción entre el gobierno neoliberal y la conciencia de clase chilena no se resolvió a pesar de haberse destensado, pero el fracaso de la Nueva Constitución, la decepción por el nuevo gobierno y el antecedente del Estallido podrían facilitar otro proceso de movilización que aprenda de los errores del pasado y rompa con la nueva constitución que pretende Boric para avanzar con una verdadera Asamblea Constituyente que no obedezca a jueces, ni a reaccionarios y  no dependa de quienes están ahí sentados, sino del pueblo chileno que resista con la frente en alto por dignidad.

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