Los espasmos del mundo

Escribir desde la marginalidad también es escribir

“El talento no es suficiente, se necesita suerte”, dijo uno de esos hombres de cargo importante en los centros de cultura del municipio de León, uno de esos hombres que se supone siempre tienen algo bueno que decir, pero a veces, como a todxs lxs que nos equivocamos, no encuentran las palabras correctas. Yo creo, por su discurso,  que la palabra que en realidad quería decir era “privilegio”.  Esa palabra que nombra al territorio en que se gestan lxs sujetxs que reúnen dos poderes específicos, el económico y el político y  junto con él muchas veces también el de la cultura que mueve en gran medida  a los otros dos poderes.

Cuestionar la propia labor y consciencia con que se ejerce la escritura requiere de mucho valor porque a veces se hiere  el propio ánimo y narcisismo. Es fácil embelesarse con el éxito personal, con el público de masas y con la aceptación que nos pueda dar el sistema cultural. Incluso, me atrevo a decir que la auto divinización hace que evitemos voltear a ver las dificultades y el sufrimiento ajeno y aun habiendo volteado a mirarlo optamos por la comodidad de nuestro silencio servil a las injusticias sociales, políticas y culturales hasta llegar a legitimarlas de la manera más atroz; con las prebendas obtenidas del sector productivo. Sin embargo, la negligencia, el pusilánime ánimo con que se acoge el enojo con el que nací y nacimos todxs los que nos sentimos extranjerxs en un mundo basado en un sistema de diferencias puede convertirse en la materia prima de la escritura, no cualquier escritura, la escritura de resistencia y la escritura que resiste no surge jamás la del privilegio.

La escritura de resistencia es aquella que es marginal, residual y menor de tal modo que puede resistir al paradigma de lo mayor totalizante (Bernal, 2019), pues en los  periféricos usos del lenguaje se desata un campo de lucha para todo dogma de pensamiento; es en la marginalidad donde se diluye el dogma, por ello es importante saber desde dónde se escribe, escribir desde la tranquilidad y la seguridad es un lugar muy cómodo, porque no se confronta a nadie, porque no se arriesga nada, porque no se resiste a la totalidad, porque permitimos que se complete. Llámese a esa totalidad patriarcado, capitalismo, heteronormatividad, lenguaje, clasismo, racismo etc.

La marginalidad denuncia el instrumentalismo con que se disfraza al talento y rechaza la cultura del privilegio.

Escribir es un acto de resistencia pero también puede convertirse en un acto de asimilación, porque materializa la impotencia y la comodidad de esconderse tras una pluma; se puede escribir de campesinos y no querer firmar sus demandas, hablar de feminismo y ser servil al Estado patriarcal, autonombrarse indigenista y blanquear día con día las aspiraciones, se puede ser ambientalista y aceptar financiamientos de empresas capitalistas.

La paradoja de la escritura es que sí es resistencia, pero también es privilegio porque no cualquiera puede escribir, “el poema está impedido por la irrupción del mundo que confrontamos” (Piña, p. 72), pues mientras algunos escribimos ante el colapso del mundo otros atrapan las balas de la guerra con su cuerpo, sienten en la garganta el hambre y en sus pies la esclavitud.

Yo no quiero escribir sin ensuciarme las manos de mugre y sangre, sin gastar mi saliva en gritos, no quiero que mi escritura sea la asimilación de las excentricidades del sistema capitalista.

No quiero que a mi escritura le anteceda una lógica de medios y fines donde mis palabras sean el instrumento de las editoriales y los concursos, sino que con ella resista el testimonio del mundo; mi voz resistiendo a las injusticias, a las incompetencias de los estados y la hermeticidad de la gramática y las formas poéticas.

Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea” (Monterroso, 1972: p. 61). Es fácil creerse dios cuando se tiene el estómago lleno y es fácil escribir y desear la vida cuando se come tres veces al día y se bebe agua como privilegio.  

Querer morir ante los espasmos del mundo

¿Por qué me cuesta tanto merecer la vida?

“nadie pidió nacer”

lo digo para evadir la culpa.

Hablar de mí

es reconocer la injusticia;

el privilegio en otrxs que me recuerda mi propio privilegio.

Me siento culpable  

cuando me lavo las manos,

cuando escribo

y cuando como tres veces al día

Me es ofensivo sonreír mientras veo un perro callejero herido

y me da vergüenza que a nadie le avergüence no mirar

mientras me gritan

¡ridícula!        

Fotografía: Edwin Castañeda (@edwin_meza10)

Estoy triste.

Están en 60 las guayabas y quieren subir el precio de las tortillas,

Somalia sufre la peor sequía

y las vacas dejan su cuerpo como efigie a la extinción.

La alternativa menos alterna

es la subversión institucionalizada.

Tengo 21 años

y apenas descubro que las ratas no se asesinan

y los ciempiés evitan las plagas.

La utilidad del animal que soy

me es absurda,

nadie me enseñó

la horizontalidad de mi vida con la de un insecto,

ni el especismo como una aberración.

Lo que me distingue de otros animales

es que construyo mentiras,

significo las cosas

para evocar lo que ya existe

y he olvidado al digitalizarlo.

He olvidado lo que existe

y mis ideas son sólo consensos

eso es la cultura;

a medida que construyo el signo

la semiótica se come al animal, a la música, a la flor, al mar, al vagabundo, al cielo,

a las garnachas y todas esas cosas significativas que habitan el mundo.

La realidad me es caleidoscópica,

su belleza cruje

produce un efecto alucinógeno

y sus consecuencias parecen fantasmas invisibles.

“Hasta no ver no creer”

sólo muriendo se elevará nuestra consciencia.

Me avergüenza amar (te),

y me es vano voltear a verme y verte

 mientras se descarna el mundo,

¿es injusto atender a mi miedo

mientras el terror corre líquido entre regiones?

La inconciencia es un tipo de lepra

sumamente contagiosa,

COVID-19 se quedó corto,

yo hubiera preferido la infección antes que la lepra,

 ¿de qué sirve la catástrofe si no sabemos capitalizarla?

La conciencia histórica cada vez es menos vieja

y más costosa

cada día muere un relato cotidiano

junto a la extinción de la memoria.

Yo no tuve abuelos y así como conmigo

se ha roto la cadena del conocimiento

y la tradición oral del mundo,

“Pomoché sirve para cicatrizar”

leí en una enciclopedia vacía que pide edificarnos

sobre la grieta que escinde al mundo entre el que come de la basura y el que paga buffet.

La grieta es histórica

“Jesús cambió el mar en tierra seca. Así quedaron divididas las aguas” (Éxodo 14:21)

Ahora el mundo se separa por el peso de un árbol derrumbado

en  cuyo tronco alguien colocó la vocación de silla;

caoba fina o ébano caro.

Dios es la industria

que sabe trazar caminos, predecir destinos

y colocar tiempos imperfectos.

Desde el principio fueron los mandamientos

y en el contrato unas letras pequeñas dicen:

“Amaras el saqueo y la explotación  sobre todas las cosas”

“ No jurarás en nombre de la acumulación en vano”.

No sé en qué momento firmé el contrato,

o si lo leí,

pero los términos y condiciones,

juro

que no las he aceptado.

Monterroso, A. (1972). Movimiento perpetuo. Punto de lectura, p. 61

Sagrada biblia (s.f.). Éxodo. 14:21.

Pérez Bernal, A. (2019). Escritura Y Resistencia. Entre Elena Garro Hannah Arendt Y Gilles Deleuze, Juan Pablos Editor, p. 10

 Piña, C. (2019). El germen trágico de la memoria en Escritura y resistencia, Juan Pablos Editor, p. 72

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