Lecciones sobre el uso de la Constitución en la mesa: (3) Tierra salvaje.

Vivimos en un huracán caótico- Nuestro marco legal a penas es una fuerza vinculante significativa para el desarrollo del territorio. Todo el orden es tan poético que se reduce a un juego de estrategias para “moverse” y escurrirse por entre la política. Se hace lo que se puede, no lo que se debe. No hay un procedimiento fuerte, con los pies en la tierra y lo suficientemente cerrado como para no dejarle espacio al “si se puede hacer, se hace”.

Fotografía: Julie Ehrenzweig (@queenoftrassh)

“Se construye un nuevo aeropuerto, se cancela otro.”

“La reforma laboral trajo a los tribunales laborales para resolver los asuntos que anteriormente resolvía la Junta de Conciliación y Arbitraje. Antes de llegar a los tribunales hay que pasar por la conciliación. Pero en la Ley no existe a quién hacer conciliador. Y si existe, es más bien un consejero amigable que un experto. Todo por presión del T-MEC.”

Y sigue la eterna queja que ya de tanto sonarnos en los oídos ya ni suena: se supone que tenemos derechos, pero no tenemos cómo garantizarlos ni protegerlos. Ni verlos.

Y si se pudiera hacer algo, redundantemente, no se podía hacer porque la Constitución trata de asuntos de interés general a muchas cosas. Cosas de las que se quiere hacer cargo el orden de gobierno más cercano a ella misma, el federal. Mucho de lo que nos toca vivir día a día es de carácter y competencia federal. Por esta razón las manos locales cada vez tocan menos. Y aunque exista una idea general de los estados con facultades suficientes o al menos existentes en sus ámbitos locales, estas no alcanzan para tocarnos. Más bien les corresponde estirar sus manos por entre los barrotes de la Constitución para alcanzar lo que les pusieron a la mano en la ciudad. Además, deben esperar la acción federal en los que debieran ser sus campos.

La ley federal dicta modelos para hacer las cosas, pero resultan tan grandes por venir de autoridad tan grande que al final nos dejan con un vacío legal lleno microbuseros sin escrúpulos, choferes sin horario, comercios sin órden ni regulación, casuchas por doquier.

La merced federal de “darnos derechos” se queda en tenerlos (escritos). Un cuartucho con un libro mal hecho y sin muchos controles útiles, hablando de educación, es lo que tenemos.

La seguridad laboral, la ciencia, la cultura también son víctimas del “tener”.

Cada entidad federativa o Estado de la República tiene problemas tan amplios y específicos muy diferentes a los de la Capital, que tiene formas de organización que quiso hacer llegar a las tierras salvajes.

Entonces se redoblan los esfuerzos por mantener la complicada red administrativa a imagen y semejanza del orden de la Capital en cada una de las tierras salvajes.

Aquí también existen palacios. Pero comunicaciones federales, educación, cultura es de control local, puesto que tener enormes edificios con recortes presupuestales desde el centro del país aumenta la percepción de la miseria que en realidad tenemos. Sin mencionar la percepción de languidez del gobierno frente a las cosas y los problemas.

Los ciegos, los eternos ciegos. Argumentados como los ciegos a problemáticas cientos de kilómetros alejadas en tierras salvajes que solo pueden ver en formato e-mail. El problema de “conocer tu país” y no ser extranjero para gobernar. Los argumentados como el ojo de Dios que todo lo ve. O debería.

Ezequiel Mendoza

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