La Caravana por el Agua y la Vida partió desde la Casa de los Pueblos en Juan C. Bonilla, Puebla. El lugar solía ser un fuerte para la resistencia de los Pueblos de la Región de los Volcanes contra el despojo capitalista, pero la policía realizó un enorme operativo para desalojar las instalaciones y “devolvérselas” a Bonafont.
La Caravana se reunió a protestar en el aniversario de la clausura de la embotelladora y dar sus primeros pasos, denunciaron que tras unos meses de haber detenido la producción de las instalaciones, el agua había vuelto a sus comunidades. Era Bonafont o ellos, y el perro guardian del capital escogió reprimir al pueblo.

Transitaron por 9 estados, deteniéndose en 31 ciudades y localidades, donde distintos pueblos se unieron a la Caravana para exigir el freno de los proyectos extractivistas en sus territorios. Unas luchas fueron encadenándose a las otras, sin embargo, se mantuvo el enfoque de analizar las problemáticas como distintas formas en las que se violentan los derechos humanos con el fin último de garantizar los intereses privados, con la bendición del Estado.
En localidades rurales protestaron contra mineras que ocupan sus territorios, hidroeléctricas que entuban los ríos, embotelladoras, cerveceras, refresqueras y empresas de pipas privadas que les roban el agua. En el camino generaron una red de resistencia contra todas las formas en las que el capitalismo ha despojado del Agua y la Vida a los pueblos indígenas, la solidaridad entre pueblos los hace más fuertes, ahora que tienen la experiencia de que no enfrentan esta lucha solos.
En las ciudades organizaron mítines que llenaron las explanadas de estudiantes, sindicalistas, comunistas, anarquistas y ecologistas que luchan contra el capitalismo voraz. Marcharon entre los bulevares exigiendo a las autoridades que dejen de «concesionar» la naturaleza, y que hagan justicia por los multiples asesinatos y desapariciones de sus compañeros de lucha. Otra de sus labores fue tratar llamar la atención de aquellos que viven alienados en las islas de concreto sin inmutarse de que el daño ecológico que requiere el modelo de producción capitalista traerá consecuencias catastróficas para todos en poco tiempo.
México dejó de ser colonia, pero la marginación del Estado a los pueblos indígenas continua perpetuándose hasta la actualidad porque no cambiaron sus condiciones materiales. Si «México» pretende redimir su narrativa histórica, debe rendirse a la resistencia del Congreso Nacional Indígena y abandonar su forma de Estado-Capitalista para que ni la riqueza, ni la pobreza se sigan heredando.
Los ecologistas liberales quieren convencernos de que la solución está en el consumo, pero el problema es que la producción global está pensada para reproducir el capital acumulado por la clase dominante, no está planeada para reproducir dignamente a la humanidad. Mientras exista el capitalismo, existirá la certeza de una futura crisis ecológica catastrófica. Es el capital o la humanidad. Viva la Caravana Por el Agua y la Vida. Muerte al Capital.
Rolando Ramos Cardona