El privilegio de quienes pueden entrar a un espacio de conocimiento, no el éxtasis de este ni mucho menos el único, pero sí el anhelo de muchas quienes vivimos en sociedad, en su mayoría se vuelve decepcionante.

¿Qué espera la academia de nosotras?
Si la sistematización en la cual estamos inmersas y al mismo tiempo atrapadas es liderada por aquellos quienes también lideran la academia, quienes deciden qué debemos saber y qué debemos compartir a la sociedad ¿Por qué me pides leer autores que me dejaron de lado? ¿Por qué tengo qué tragarme sus letras si ni mi existencia me han preguntado?
Nos han invadido tanto con la dicotomía de lo necesario y lo soportable, que cuando formamos nuestro criterio citamos al más importante, pero no a la más explícita o la más contribuyente. Me pides que crea que es acertada su labia porque habla por población, pero también me pides que lo crea sin reproche aun cuando dejó de lado a la mitad.
Porque los autores quienes nos hacen llevar sus teorías a la praxis nunca fueron tan valientes en enfrentarse a sí mismos, yendo de un lado a otro saltando los baches de su privilegio social y criticando los sistemas hegemónicos firmando a un burgués.
A nosotras nos piden ser aliadas de la academia, porque tengo que respirar la mentira iluminada de Freud o la sublime subestimación de Octavio. Aún con este privilegio de educación que tenemos algunas mujeres, se nos pide llevar a las demás sus obras y divulgar los encuentros y pensamientos privilegiados a la sociedad. Preguntaré de nuevo…

¿Qué espera la academia de nosotras?
Si tan necesario se cree la misoginia en la praxis, la intención de la academia y su enseñanza van en la misma bolsa. Prosiguiendo a la intención de la academia y sus egresados, el cambio social no está dentro de sus agendas, porque te enseñan a que te aprendas los nombres de quienes están y podrían estar en situaciones de poder, pero nunca a quienes tiraron del acantilado para estar ahí, no hace mucho que nos dieron un ejemplo, en el pasado día de la resistencia indígena, volveré a responder con una pregunta…
¿Si la academia espera que le demos la mano a la sociedad, cuál es el sentido de alimentar la hegemonía que es esa misma que mantiene de pie los sistemas de opresión?
Para la academia somos medios de producción masivos de ideas que esperan ser emblanquecidas para enaltecer al burgués o anhelar al genocida, donde al mismo tiempo, estamos expuestos a la mentira de leer la hegemonía por necesidad.
Aportación de Mónica Malacara para la Columna Feminista.
