Toda mi vida he visto de cerca el comercio Leones de pieles y no hay peor forma de transacción que la que implica una rebaja de precio o como la gente dice “Menudeo y mayoreo”. Por alguna razón, a la gente le cuesta creer que “mayoreo” no es una palabra mágica que inmediatamente hace que generemos un descuento del 15% a cualquier producto comprado. Pero siempre se encuentran las mañas, y de esa forma uno como vendedor tiene que arreglárselas para contrarrestar esta mala práctica que a nadie beneficia. Por increíble que parezca, en tiempos recientes la misma PROFECO nos ha “recomendado” poner precios a cada producto para así evitar que el cliente desconfié de lo que le podemos decir. Y de alguna manera tienen razón, pues lo común (o al menos lo que he oído, pero sin saberlo de cierto) es que los vendedores aumentan el precio de manera exponencial para así saciar la necesidad del consumidor a pedir un descuento en un producto que según ellos siempre debería ser más barato. Pero aquellos son vicios que se juegan en círculos.

Véase una experiencia personal que tuvo mi familia hace un par de años: En época lenta, como lo son los meses después de enero, decidimos poner un descuento sustancial del 10% a cada prenda. No parece mucho, pero es más de lo que solemos rebajar a los clientes más insistentes. A pesar de nuestro esfuerzo y de intentar convencer al cliente de con carteles llamativos, siempre, SIEMPRE nos pedían “una rebaja”, o “¿Ya es lo menos?”. Hasta sonaban en automático. O la tan detestada palabra “¿Y de mayoreo?”, que en contra de su intención más aceptada, no funciona en compras de una sola prenda.
¿Pero es al final una cuestión cultural, o estos vicios son irreparables? No es por intentar crear un sesgo al lector, pero debido a mi conocimiento en esta área (toda mi vida he lidiado con esos problemas en las ventas), descubro que hay dos constantes muy interesantes: la mayoría de los que ruegan por rebajas son gente que exhibe indumentaria llamativa, y que se regodea de tener dinero. No solo de manera superficial, pues, incluso a la hora de pagar nos demuestran su poder adquisitivo, comprando un producto de $50 pesos con un billete de $500. ¿Les dará placer el creer que nos humillan después de que, ante tanta insistencia, les hayamos rebajado $10 pesos que fácilmente podían prescindir? ¿Dónde está la victoria en todo eso?
La otra constante que he notado es que normalmente es la gente mayor la que más intenta a toda costa que le rebajemos la cuenta. Siempre con una actitud “cómica” que vuelve más incómodo todo, porque en lugar de querer reír, me dan ganas de mandarlos por la borda. Sí señor, ya es lo menos, ¿Apoco vio otra tienda en donde venden lo mismo pero $200 pesos más baratos? ¿Y por qué no va a molestarlos a ellos en lugar de andarme rogando aquí que le dé un mejor precio?
Creo tiene mucho que ver la confianza que tiene uno acerca del producto que ofrece. Sí, hay tiendas/negocios que ofrecen precios relajadísimos, pero tal flexibilidad me hace entender que el mismo vendedor sabe que su producto no vale la pena, o al menos no está seguro de ello.
Lo más sano para todos es dejar la actitud pasivo-agresiva, y no verse comprometido a comprar, ni uno a vender. Si alguien no está de acuerdo, yo tengo la suficiente confianza como para saber que ya vendrá otro cliente que sí valorara el producto que ofrezco. Y estoy seguro que el cliente que no quiso, encontrara una tienda que cumpla con su rango de precios.
Porque al final ¿No se supone que es el mismo mercado el que dicta que empresas valen la pena mantener a flote? ¿No tiene el cliente el derecho a comprar lo que más le convenga, así como el vendedor el derecho a exigir ser respetado por su trabajo?
Simplemente es cuestión de borrar mitos, un negocio que da más caro de lo que realmente vale se destruirá solito. Creer que uno le hace un favor al vendedor con hacer una compra, no ayuda a nadie involucrado.