Por: Mónica Malacara
Poco se habla de los múltiples disfraces que el capitalismo tiene para nosotras. Entre muchas otras se encuentra la premisa filosófica del existir y servir, porque mucho se nos ha dicho “si no vives para servir, no sirves para vivir”.

Si bien, esto no tiene lazo con el altruismo o el estereotipo del buen ciudadano, está de la mano con un arquetipo construido que sobrepasa la voluntad, la libertad y la motivación.
Contribuir no es servir, ayudar no es servir y solidarizar no es servir.
Estas tres virtudes, que más bien son elementos, tienen su base en la voluntad, sin embargo, el servir está sujeto a la necesidad que requiere el otro independientemente de tu voluntad, si no cubres esa demanda o esa necesidad, entonces es solo una contribución.
Ahora bien, es imposible dejar de lado el contexto en el que vivimos. El vivir para servir suena como cualquier otra frase de motivación para ser personas con virtudes positivas, pero se nos olvida que ya estamos sirviendo, se nos olvida que estamos cubriendo las necesidades de alguien arriba de nosotros.
Claro ejemplo son los roles de género impuestos, en los que a cada persona se le asigna un deber y un prejuicio. Y este deber es el que le sirve al pelaje del capitalismo.
A las mujeres nos han creado arquetipos para servir, de los cuales si no es uno, es otro, si no hay, se crea uno nuevo, porque somos las madres, las santas, las cocineras, las trabajadoras domésticas, las trabajadoras sexuales, las esposas y las femeninas, pero al mismo tiempo se encargan de explotar cada uno de estos arquetipos y nos ponen entre la espada y la pared a elegir lo menos peor, claramente elegir con condición, sin olvidar que a estos arquetipos se les asigna una vista totalmente moralista. Porque la esposa merece respeto y la trabajadora sexual no, porque las madres merecen respeto, pero las madres solteras no. Y aquí está el servir para vivir, que no es más que un tentáculo del capitalismo para juzgar sin dejarnos decidir y condicionarnos a la explotación por esta decisión sin dejarnos vivir.