El suicidio: un modo de vida

¿Qué tanta razón tenía Camus al afirmar que “el único problema filosófico verdaderamente serio es el suicidio”? ¿Podemos fiarnos de un personaje cuya doctrina (o “comentario”, como nos advierte al inicio de su ensayo sobre el mito de Sísifo) tiene grandes falencias argumentativas cuyas respuestas nunca se lograron resolver gracias a su muerte tan prematura?

Fotografía por: Rolando Ramos

En la gran época de la cultura basura y la obsesión por lo intrascendente, aún quedan rastros del  impacto que tal acto puede provocar y su repercusión es más amplia de lo que podemos imaginar. Quizá aquí necesitamos aclarar: por muy miserable que el suicidio pueda parecer al público general, el desafiar a la muerte día con día de manera consciente puede generar una gran inspiración, por más atrevido que suene.

La premisa es: hay una diferencia entre el acto de suicidarse y el vivir al borde de este.

Pues ya lo decía Kafka, “el significado de la vida es que termina”. Pero, ¿Es sano tenerlo siempre presente? Para la psicología moderna la respuesta seria no, porque el peso filosófico que conlleva contemplar todo desde una perspectiva fatalista es demasiado agobiante, y puede desembocar en enfermedades más serias.

El enfrentarse día con día a esta idea de un final tan incomprensible puede generar cierta adicción a la tragedia, aun cuando no sea tan intensa.

Por otro lado, y es esto a lo que Camus quería llegar, el nihilismo es una doctrina intrínsecamente positiva. El absurdo no condena los actos de intrascendentes, sino que los vuelve únicos y más valiosos, ¿Qué nos queda más que lo que hagamos aquí? ¿No es esperanzadora esta libertad? Entonces podríamos admitir que la idea de afrontar la muerte en la cotidianidad es algo noble. La magnitud y la claridad para si quiera considerarlo puede detonar una actitud de rebeldía que nos haría sobresalir al resto.

Ese punto sublime, o el abismo que genera vértigo (un término tomado de Kundera, refiriéndose no al miedo a caer, sino el miedo al deseo de querer dar un salto al vacío), usado de una manera sabia puede ser de gran ayuda ante los retos de la vida.

El poder vislumbrar la meta rompe con el romanticismo hacia la muerte: el suicida quiere morir, no dejar de vivir, quiere vivir su muerte día con día, pero no despegarse de este deseo al llevarlo a cabo. Un enfrentamiento cara a cara al vacío, sobreponiéndose siempre victorioso, o al menos por una noche más.

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