Quién pensaría que detrás de lo bello, de lo pulcro, de lo deseado y lo exitoso habría tanto terror y repugnancia.

La cinta «El Demonio Neón» Escrita por Nicolas Winding Refn y protagonizada por Elle Fanning nos lleva a un recorrido extraño, perturbador y por increíble que parezca, adictivo de ver. No solo son las escenas tan bien pensadas, los colores deslumbrantes o la fotografía detallada lo que provoca que no dejemos de ver a nuestra protagonista en su arduo y manipulador camino hacía la gloria del modelaje profesional en Los Ángeles, sino la realidad y la sorpresa que la historia nos proporciona y que se vuelve difícil de digerir.
No es algo que nos sorprenda observar las pequeñas muestras de intención extraña dentro de la historia de la protagonista, aquella que miente en cuanto a su edad o pasado para llegar a la cima del éxito, si, aquella cima a la que la mayoría del mundo ha estado encadenada a alcanzar. Aquel deseado y perturbador mundo de la fama, del modelaje o de la perfección, para no dejarnos guiar a algo tan específico.
A edades tempranas, en dónde nuestras mentes vagan si un camino determinado y la edad en dónde la influencia comercial es sonora e importante frente a la vista de la sociedad nos hemos encontrado con imágenes perfectas, aterradoramente perfectas.
Piernas kilométricas, labios carnosos, cabello interminable, nariz afilada y cintura diminuta. Cuerpos trabajados, bronceados impresionantes, mirada que por más que uno trata de encontrar con expresión parece vacía y lejana. Pasamos las revistas una a una, los comerciales televisivos que nos mostraban que era a lo que una mujer u hombre debían aspirar para llegar a su máxima visualización física. No prestábamos atención a lo que el alma nos dictaba, a lo que nuestras mentes abarrotadas de etiquetas gritaban o lo que de verdad debíamos aspirar a ser. Una imagen fuerte y aceptada de nosotros.
Jesse (Elle Fanning) llegó con sueños, con aspiraciones y con un alma que parecía estar difusa pero que con el paso de los minutos en pantalla veríamos cómo una pequeña amargura y oscuridad se apoderaría de ella. Pese a que no estamos aquí para hablar de la historia, que realmente es catastrófica y adictiva, si debemos hacer hincapié a los antivalores observados en escena. Envidia, ira y soberbia son solo algunos ejemplos de lo que terminaría determinando el punto final del filme, y son los mismos ejemplos que en la actualidad hemos notado día con día en nuestras vidas.
¿Quién pensaría que toda aquella ficción cometida en una película sería capaz de traspasar la pantalla para dejar una espina de pensamiento, aquel realmente necesario? Dejemos un lado la historia de Jesse, los sobresaltos y su camino tan abstracto como fatídico. Enfoquémonos en nosotros, en lo que está pasando tras nuestros monitores, en lo que nuestros dedos pasan como hojas, en nuestras aspiraciones.
Quizás el peligro que vivimos en el cine al ver la obra tan majestuosa de Winding deba ser un factor para hacernos considerar que Instagram y otras redes sociales han sido paradigmas y fuentes de distorsión, quizás hemos pasado mucho tiempo queriendo lograr el cuerpo de alguna celebridad, hemos sido algo soberbios en centrar nuestra atención a cómo nos vemos en lugar de cómo nos sentimos. En Los Ángeles, en la ciudad que parecía sagrada para Jesse, los sentimientos no importaban, importaba el cómo lucir y el cómo captar la atención.
La vitalidad, aquello más anhelado para las contrincantes de nuestra protagonista, terminaría siendo la ventaja y la maldición del camino del personaje interpretado por Fanning. Los mensajes, pese a tener tintes terroríficos (que era aquello intentado y logrado como objetivo del filme) terminan siendo demasiado claro dejando de lado la historia. La juventud, regalo sagrado, comienza a marchitarse en un intento de seguir las normativas puestas por una sociedad de revista, por una sociedad que tiene un enfoque material y físico.
No, no importa que no tengas la edad suficiente para estar aquí. No me interesa si tu cara tiene mucha silicona, luces radiante. No importa que le pongas el pie a las personas que dices querer, el éxito está garantizado. Entre más sea tu soberbia y menos los límites puestos para alcanzarlos, mejor. No importa que no tengas talento, no importa que te duela hacer esto, no importa que hayas dejado de pensar en lo correcto para enfocarte en lo visual, eres hermosa, con eso basta. Esto es El demonio neón.
A como se nos muestra en escena, y a lo que realmente estamos pasando hoy en día, nos vemos en la penosa necesidad de aceptar que nuestros valores han caído tan bajo que el giro que toma la historia de la película ya no nos parece tan descabellado. Lo errático que se ha vuelto el mundo nos ha llevado a reflexionar y sorprendernos, más no a aterrorizarnos. El demonio neón, siendo una película considerada de tipo suspenso-psicológico, nos lleva a un largo camino de pensamiento, de razonamiento respecto a qué está sucediendo con el mundo, con nosotros.
Una trama original, seductora, impresionante y un desarrollo algo presuntuoso y más visual que nada, es de las características que Winding ofrece a su audiencia. Considero que fue probablemente el clavo al que atinó, lo que quiso tejer en cuanto a trama y dirección. No puedes exigir mucho de la historia, un desarrollo rápido o demasiada profundidad de la cual indagar, a Winding lo que le importó fue aportar a la visual, a un entendimiento de lo que pasaba observando cada detalle minucioso ¿Algo parecido al mensaje de su historia, no?
Una película demasiado visual, con una fotografía bellísima pero con poca profundidad. Una historia que nos cuenta sobre el mundo que observamos, pero que no nos dedicamos a analizar con crudeza. Todo parece ir de la mano, encajar tan a la perfección. No, no es una película lenta o aburrida, es una película a la que se debe dedicar suficiente atención a lo que pasa, no solo a lo que nos dice sino a lo que sucede detrás de Jesse, a los detalles simbólicos o los colores que no dejan de gritarnos ¡Peligro!
Abre los ojos, observa bien porque absolutamente nada es lo que aparenta ser porque todo puede dar giros que ni siquiera esperamos obtener.