¿De dónde agarramos fuerzas para asumir la responsabilidad que tenemos como sujetos, piezas funcionales de una máquina social que en su actuar llevan la dirección de la máquina?

Es bien conocido que está generación se quiere morir, y eso pone activa todas las ideas de la muerte, como consecuencia de cualquier reflexión de la vida, de esta vida.
Hemos sido privados de todo lo que se puede arrebatar, y sólo nos enfocamos en tratar de adaptar nuestra supervivencia a la organización de la vida que persiste en nuestras determinadas comunidades. Un placer de vida fugaz y totalmente inservible, solo el paso por este terreno que obligadamente se tiene que pasar, vaya uno a saber si como proceso de algo. Cómo vamos a pensar en hacer algo, marcar algún cambio si las decepciones e impotencias son las joyas que adornan la vida en nuestro tiempo.
Somos un grupo depresivamente egoísta e irresponsable, al menos deberíamos serlo. Ensimismarnos en el jugo del rencor y dejar que todo se vaya a la mierda, porque si algo moldea la mente es el medio, y un medio destruido no puede dejarnos nada bueno.
Estas son las desaveniencias de lo que tanta libertad y tantas ideas y proyectos desarrollistas han hecho con nuestro espacio para vivir, y ahora no sabemos qué hacer, de hecho no estamos seguro siquiera de que se pueda hacer nada.
Al menos desde una personal perspectiva, la responsabilidad con el medio social, por mencionar una parte de nuestra selección de problemas, es tremendamente pesada y atrayente. Nos dicen que no seamos hijos de puta y movamos nuestro trasero para cambiar al mundo. Pero los sacrificios del cuerpo, ¿ a quién le han servido?, las decepciones e impotencias son las joyas que adornan la vida en nuestro tiempo.
La lucha es difícil, pero nadie nos advierte que solo es una viciosa producción de mártires porque siempre hay una denuncia de que alguien que controla algún aspecto de nuestra vida en la calle no quiere cambiar, y no se le culpa, no se pueden controlar las convicciones ni la voluntad. Se ha tratado de hacer con las costumbres o los valores, pero creo que no hemos conectado con la realidad dominante del constante progreso del hombre, que necesitando o no cualquier cosa, debe tener, y de una forma muy basta. Entonces perdemos el caso y somos un caso perdido.
Que se vaya todo a la mierda, vayámonos todos a la mierda. Si el proceso de la vida requiere de una fecha de caducidad para la existencia concreta y muy particularmente manifiesta de algo, como la fruta que se pudre con tan bonitos colores verdes, blancos, naranjas y demás, hagámoslo.
Púdranse.