Hablar de ansiedad es hablar de un terror que no solo aparece en las noches, como sería el miedo a un ente noctívago que no hiciera nada más que provocar un susto pasajero. La ansiedad, hasta cierto punto en la vida de todos y en una pequeña dosis, es normal. Nos preocupamos por los estudios, por el trabajo, por estrés en la familia o por un sinfín de cosas que pueden provocar una pequeña preocupación que podría solucionarse. El monstruo que te abraza lenta y tortuosamente, aquel que habla lenguas malas o que incomoda, aquel que al verlo a los ojos provoca un miedo incalculable, aquel ser suele crecer rápidamente.

Apaciguarlo para muchos sería un acto que toma poco tiempo, que se va con un café a la luz de las farolas o que se deja pasar escuchando la música que más aprecias. Pero para otros, aquella figura suele ser el martirio que ya no solo los acompañan de noche sino también de día.
Hoy, ante esta situación que provoca frustración y nerviosismo, la mayor parte de la población comienza a padecer de su miedo profundo. El encierro y la enfermedad han provocado un alto nivel de ansiedad en el mundo, teniendo presos a más del 65% de la población. Entonces no haces más que preocuparte, porque quieres salir, porque quieres buscar cómo solucionar la vida mientras estás en tu propio santuario, el cual parece ser irrumpido por los nervios. Te aburre el sofá, te aburre la cama, te aburren los programas y el catálogo de películas disponibles se reduce a nada. Te piden que respires hondo para calmarte, pero el aire parece ser sofocante. Las paredes parecen ser cada vez más pequeñas y solamente tratas de salir huyendo, pero ¿A dónde?
¿Dónde quedó el calor de un abrazo, la sensación de un beso o el dolor corporal por tanto reír o ejercitarte? Nos hemos dado cuenta de que 2020 nos sorprendió más de la cuenta y vivimos en un duelo diario en busca de compasión ¿Compasión de quién? Esperamos la fuerza suficiente, la tranquilidad necesaria o al menos que nuestro enemigo invisible por fin se declare por vencido, pero ¿quién es realmente el enemigo? Nosotros, nuestro propio ser es nuestro enemigo.
Es lamentable mencionarlo, pero en nuestra mente estamos en un constante campo de batalla del cual queremos salir por fin y declarar el final de la guerra, pero nos damos cuenta de que no tenemos armas para la lucha ni manera de derrocar a nuestro contrincante. Sabemos que aportamos más de lo que nos imaginamos, que las acciones colectivas ayudarán a que el tiempo esté a nuestro favor y que nuestra cárcel cómoda al fin tenga las puertas abiertas sin miedo al regreso indeterminado.
Sin embargo, con quién tratamos diario y en nuestro hogar, es el mejor amigo del estrés y la frustración, aquello que nos causa escalofríos y del que tratamos de escondernos inútilmente. La ansiedad. Para describir a nuestro monstruo interno debemos hacer referencia a las noches en vela, a aquel sentimiento de agonía, sentirte abrumado, perder apetito o tenerlo en exceso, sentirte minúsculo e irritado con cosas que ni siquiera están a tu alcance. Te sientes triste, enojado, incomprendido, estresado y frustrado. Si, querido amigo, tienes ansiedad. Y déjame decirte que, hasta cierto punto y hoy en día, tristemente ya es “Normal” y pongo “Normal” entre comillas porque nadie debería pasar por una agonía así.
Hay tantas noticias en la televisión que por más que cambies de canal, siguen ahí. Se respira tensión a través de los cubrebocas, la paranoia de lavar y desinfectar todo, aquel miedo por tener tan siquiera un pie fuera de tu hogar. Aunque lo dudes, más de la mitad de las personas con las que te cruces en la calle lo padecen. En específico, y reitero, el 65% de la población sufre ansiedad desde sus hogares y es necesario un llamado urgente de paz mental. Necesitamos sabernos encontrar en soledad, una interioridad pacífica y entendible en medio de la batalla.
Muy buen ensayo.
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¡Gracias, Mariana!
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