
En los años 40s y 50s del siglo pasado, la cultura norteamericana vería el nacimiento de una revolución artística sin precedentes, y originada como respuesta aversiva a las políticas de la época.
El movimiento Beat además de ser un ataque directo al status quo, se burlaba de este y a la idealización que se había generado ante mundo con la expectativa del “Sueño americano”. Y es que los gestores de esta contra-cultura no respondían a ninguna moral establecida, ni eran procedentes de ningún sitio en específico. Contaba con artistas afroamericanos innovando con el jazz, generando el bebop que marcaría a la música contemporánea que vendría, escritores procedentes de Rusia como Allen Ginsberg, que llegaba a USA buscando su libertad, y rebeldes como Jack Keruoac, que aprovecharía los viajes hacia México para experimentar e inspirarse a costa de las “experiencias religiosas” que obtenía al probar psicodélicos “naturales” (Decía Burroughs “Los hongos sagrados de México permiten al hombre ver a dios”).
Inspirados por la entonces novedosa vida nihilista que se proponía con el pensamiento existencialista, los héroes de la generación “maldita” no reparaban en límites ni veían con desprecio cualquier experiencia nueva por más degenerada que fuese. El objetivo era claro: sacar a la luz las falencias de una estructura social tan elaborada que poco tenía que ver con la realidad en el país de las supuestas oportunidades.
Fue el mismo movimiento Beat el que iniciaría con El Flower Power. Propuesto por el poeta Ginsberg, era una forma de protesta pacífica a las constantes guerras en las que su país se veía inmiscuido, específicamente la guerra de Vietnam. Terminaría siendo un arma de doble filo, pues este nuevo eslogan corrompería los principios básicos de un movimiento que estaba muriendo.
Estas protestas, de eficacia cuestionable, daban paso al movimiento hippie y el peace and love, eslogan que opaco una lucha social interna y la trivializo hasta convertirla en excusa para la improductividad, no en el sentido de que las intenciones hayan sido malas, pero después de tantos filtros sociales, parecería más una versión light y comerciable del movimiento Beat, que de una verdadera revolución con motivos concretos. Detrás de la paz, se encontraba un adormecimiento cultural, que en retrospectiva, conllevaba valores más parecidos a los conservadores que una liberación real de las cadenas imperialistas. Y los abusos no pararon, y los críticos se preguntaban el porqué de tan ineficaz estrategia. Frank Zappa decía:
“I will have a psychedelic gleam in my eye at all times
I will love everyone
I will love the police as they kick the shit out of me on the street”
Esto y otros testimonios dejan en evidencia la verdad de la generación perdida: El Flower Power sucks
Gracias a Hollywood, la industria musical y la literatura que por décadas se encargó de maquillar los desastres ocurridos durante este periodo, nos es difícil discernir entre la realidad y lo que se gestó por medio de propaganda americana. Lo que si podemos aceptar, es que todo este viaje termino en, irónicamente, un Freak Out, y, como en una cruda en la que toda una generación seria participe, el orgullo terminó destrozado. No quedaba de otra más que avanzar a nuevos territorios, como el punk, que empezaba a nacer en las calles de NY, y mirar atrás con ojos de vergüenza.
Aun me pregunto ¿En dónde quedo la revolución sexual, las obras transgresoras, la aceptación de las diferencias de identidad, y la desmitificación de las drogas como objeto recreativo? ¿No resulta enigmático que en una generación que se vanagloria de generar tantos cambios sociales como una victoria sobre siglos y siglos represión, sea la misma que ahora impone sus reglas y etiqueta de inválidos o “extremistas” los movimientos actuales?