Otra óptica de la soledad

Dalia Guzmán* (aporte de colaborador externo)

Ilustración: Carlo Ornelas

“El hombre grande es aquel que en medio de las muchedumbres mantiene, con perfecta dulzura, la independencia de la soledad.”

Ralph W. Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense

Este aislamiento involuntario nos invita a la reflexión, quizá te has encontrado más de una vez mirando a la nada mientras piensas en aquello que ya no está y que te te han quitado tan súbitamente.

¿Te has lamentado?

Prefieres mantenerte ocupado: te dedicas a perder el tiempo. Preciado e invisible tiempo.

Hay una dicotomía constante en nosotros, por un lado se encuentra la soledad y por el otro la compañía de nuestros seres queridos. Por un lado, las cuatro paredes de una habitación, las madrugadas, el insomnio, la ausencia (que se prolonga indefinidamente) de la rutina, de nuestros amigos y de los placeres callejeros; por el otro, tu familia, tu mascota y tu casa.

La convivencia para la que antes no había ocasión es ahora obligatoria, la monotonía de la que antes renegamos es deseada intensamente y aquellas banalidades como caminar por la calle, sentir el viento o el sol, ver el andar ajeno, se convierten en un sueño que vemos por la ventana.

Qué poco acostumbrados estamos a la quietud, a la calma de la calle y al silencio del futuro. Estar en presencia del ente que ves en el espejo se vuelve fatigoso, queremos callar a la voz que habla en nuestra cabeza.

¿Sabes estar solo?

Para muchos, el aislamiento ha significado una situación casi trágica y por demás complicada, la tecnología ha jugado un papel clave para que todos mantengamos la cordura: vídeo llamadas, películas, series, música.

Se entiende la soledad como algo negativo o en otro caso, una idealización del excéntrico, pero ¿cuál es su verdadera naturaleza? Es osado atreverse a razonar este sustantivo como algo indeseable sin ver las inmensas posibilidades que puede ofrecer, el autoconocimiento y la exploración de nuestro ser debería parecernos una oportunidad de apreciar, dirigir o cambiar lo que nos construye. El ascetismo, la meditación, la contemplación o el anacoretismo son métodos de introspección usados desde tiempos inmemoriales para profundizar en el sentido de la vida a través del propio cultivo interior. La soledad, como practica espiritual e interior, no debe implicar el dejar de pertenecer a la sociedad ni tampoco eximir el vivir en grandes ciudades, más bien se debe ver en ella el medio de expandir la sabiduría y nuestros placeres.

El hecho de que esta soledad es involuntaria es lo que nos ahoga, nos hace sentir fuera de contexto y vacíos, todo esto es completamente normal ente la perdida de la realidad que sufrimos, pero quizá debamos cuestionarnos si la evitamos por miedo a nuestra propia compañía.

Descifrar los mensajes ocultos que se encuentran en la soledad significaría tal vez la solución de muchos de nuestros males, quizá sea el medio para encontrar un estilo de vida más austero, basado en los placeres abstractos y sensibles más allá de los materiales.

En este tiempo de crisis e incertidumbre, además de invitar a la convivencia familiar, deberíamos también aprender a convivir con nosotros mismos, detenernos en este respiro indefinido a apreciar la existencia sin esas prisas que nos acompañan, porque lo más difícil aun no pasa y necesitaremos equilibrio interior para enfrentar lo que nos falta.

¿Qué somos, si en la soledad no somos nada?

* En NI QUE FUERA POLÍTICA recibimos aportes de colaboradores externos, no nos hacemos responsables por su opinión particular pero promovemos su libertad a expresarla. Más información en https://www.niquefuerapolitica.com/como-mandar-tu-aporte

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