Como agua para chocolate: Enrique Peña Nieto

Ilustración: Daniel Méndez

Terminado el mandato de Calderón en 2012, se presentaría a campaña el favorito de Emilio Azcárraga (Televisa) y Ricardo Salinas (TV Azteca): Enrique Peña Nieto. Apoyado con más de 700 horas en televisión nacional, tuvo como preámbulo inicial evitar a toda costa la victoria de AMLO y después el “te lo firmo y te lo cumplo” hundiría hasta lo que no con los planes de “reforma”.

Desde los 18 años EPN (ya en las filas del PRI) habría de escalar en mandatos gubernamentales: desde secretario del Movimiento Ciudadano de la Zona I del Comité Directivo Estatal de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares hasta subsecretario de Gobierno del Estado de México. Para el año 2005, anterior a ejercer el cargo de presidente pro tempore de la Alianza del Pacífico, llegó al cargo de gobernador en el Estado de México. Ya en trono, las alarmas de inseguridad en EDOMEX se dispararon, acrecentando los niveles de violencia, feminicidios, secuestros, etc. Alarmas que, siendo presidente en 2012, pasarían a estado de emergencia nacional.

En la llamada reforma educativa, se intentó una estrategia de privatización (características de los ya fallidos gobiernos neoliberales) que ponía en términos de ambigüedad la “educación de calidad”. Los maestros fueron sometidos a la evaluación sin tener a la mano programas para capacitación competente. Los panoramas se vieron enfocados solamente a echar la culpa a los docentes. Bajo el lema de “aprender a aprender” provenientes ya de programas de la UNESCO y modelos educativo del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, los cabos sueltos para mejorar el problema educativo quedaron de la misma forma, como cabos sueltos.

La reforma fiscal, que se aprobó a finales de 2013, cumplió con el objetivo de ser una legislación recaudatoria, pero sin el uso eficiente de los recursos en diversas áreas como seguridad, salud y pobreza, al tiempo en que inicialmente desincentivó la inversión tanto nacional como extranjera y disminuyó los ingresos de los contribuyentes.

La reforma laboral, que a pesar de mantenerse “transparente”, mantiene un sesgo desmesurado con los trabajadores: de 2013 a 2018 se crearon 4 millones 676 mil 314 empleos con un salario de uno a dos salarios mínimos, que contra la pérdida de 2 millones 348 mil 898 empleos que ofrecían mínimo dos salarios y hasta más de cinco salarios mínimos ( informado en “El sexenio del empleo precario y los bajos salarios”, elaborado por el Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, y del Observatorio de Salarios de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y de Puebla). Aún así, el presidente objeta “Sin duda, este ha sido el sexenio del empleo”. “Ninguna administración había logrado esta cifra: prácticamente 4 millones de empleos” y como cliché gubernamental, lo único que se alcanza a ver desde la cabecilla del comedor es y fue “lo bueno”.

La reforma energética, una de las primeras iniciativas para el acaudillamiento monetario de los neoliberales, se expresa en la ausencia de autonomía presupuestal, ausencia de autonomía de gestión, un régimen fiscal corrupto en omisión de tarifas, precios y subsidios justos. La privatización se trató de ocultar con la renta petrolera, ahora se enfrentan las consecuencias de ello. La reforma de seguridad social, las pensiones a los adultos mayores de 65 años, el “combate de la pobreza”, seguro de vida para jefas de familia y la “protección social”, fue la idealización del placebo más conveniente para un país que irremediablemente ya estaba en crisis.

En materia de relación entre México y Estados Unidos (ya de por sí marcada por entregar los juguetes a la primera tentativa) durante el gobierno de EPN, se vio ofuscada por la llegada de Donald Trump al país de las barras y las estrellas. El republicano, parte electo por su política exterior y desligamiento de “los políticos de siempre”, se ha impuesto como un fenómeno “racista, misógino, corrupto y mentiroso (Gallo, 2017). Frente a sus propuestas de deportación masiva de migrantes mexicanos en EUA, la construcción de un muro en la frontera (financiada por México) y la abolición del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), nuestro presidente Peña en la cabecilla de la mesa presidencial mantuvo su imparcialidad (de nuevo).

También, otra muestra de ineptitud que ocurrió en su mandato, se caracterizó por el sensacionalismo e información inexacta de las televisoras frente a una catástrofe de magnitudes destructivas apenas calculables, el terremoto del 2017. La invención de Frida (copia barata del caso “Ponchito”) dejaron ver un gobierno y fuerza pública incapaces de manejar una crisis, un presidente inútil. Ya tiempo antes la falta de control sobre lo que sucede en el país de presento con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, que sintetizando, concibe a un patético gobierno y lelismo tangible de la PGR en el sexenio de la legitimidad perdida. Significó un país de vergüenza que se unificó como lastre heterogéneo, la proyección de justificada chingada, generaciones de náufragos ciegos que chocan entre sí, cargados de reyertas y muertes injustificadas: México que digan… Que digan que estoy dormido.

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