
Escondidos detrás de pequeños grandes símbolos que aprendemos desde que somos niños, ¿Quién no recuerda a niños jugando? Gritando: ¡un dos tres por mi y por todos mis amigos!
Los números siempre nos han rodeado con sus equivalencias aprendidas, mutando su valor a lo largo de la vida, cuántas cosas podremos comprar, cuánto dinero nos irá a faltar, formando parte de la misma medida que nos cuenta los días, de las deudas que llevan a la ruina, ni se diga del famoso dólar que se alza y cae para nuestra suerte (o infortunio), ahí están los números, imaginarios, verdaderos.
Todos nosotros formamos parte de una cifra al momento de nuestro nacimiento, como también lo haremos a la hora de nuestra muerte, sólo unos cuantos nombres son los que trascienden las asperezas de los números y del tiempo, (aunque no traspasarán las barreras de nuestro pequeño mundo).
Hace unos días me encontraba en una plática, y un conocido opinó sobre los muertos de la pandemia, mencionó que en México serían «solo unos pocos» “esos miles estimados son solo un pequeño trozo de tierra a comparación a todos los que somos”. Surge una premisa similar cuando se menciona que los más afectados son los adultos mayores, esa afirmación llega terroríficamente a calmar a varias personas del sector joven.
¿Qué visión nos han dado las cifras numéricas para llegar a disfrazar el dolor de la perdida tras índices rojos? Detrás de cada deceso que se presenta en México, que se presenta en el mundo, hay llanto y un luto, hay veladoras encendidas, rezos fervientes, y corazones rotos.
Ahora imaginemos que las medidas tomadas en cada deceso son distintas, los ritos mortuorios que son parte del duelo han cambiado, así como ha cambiado el mundo, y lo seguirá haciendo.
Esto es solo una parte de lo que la pandemia ha desatado, la realidad es que todos nuestros muertos siempre han estado escondidos tras los símbolos, como lápidas los números aumentan.
México se enfrenta con más frecuencia de la que desearía a cifras de homicidios, feminicidios, desapariciones, llenando noticieros y periódicos. En algún punto de nuestra estadía en este país nuestros sentidos se acostumbraron a estos números y a vivir cada día con el temor de no volver a casa.
José Revueltas en su novela «El luto humano» cuenta una historia donde sus personajes encarnan la tragedia en México y su constante acecho con la muerte, su mensaje es claro, no se pueden ignorar las cicatrices que dejan todos aquellos que han dejado de vivir.
Se cree a veces que huir de la muerte es mudar de sitio, alejarse de la casa o no frecuentar el recuerdo; no puede comprenderse que la muerte es la sombra del cuerpo, el país, la patria, la sombra, adelante o atrás o debajo de los pasos
José Revueltas.
Detrás de cada número nos enfrentamos con rostros que tuvieron sueños, detrás de cada número hubo un pensamiento y un anhelo, llegó la hora de mirar detrás y enfrentarnos a la muerte, no importa que sea uno, no importa no conocerlo, somos un país, una raza, un mundo, y cada que cese de latir un corazón, el nuestro debe dar un brinco que nos haga abrir los ojos.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
John donne.