Alan Esparza* (aporte de colaborador externo)

A través de la historia cultural, o al menos en lo que respecta a la modernidad/posmodernidad, en México se yergue una constante, que no responde a ningún contexto ni expresión artística: la lucha entre clases sociales, o un intento de desmeritar lo ajeno, una especie de clasicismo discreto que está presente en todos lados.
Qué mejor ejemplo que la considerada mejor película del cine nacional (que curiosamente fue concebida por un personaje no mexicano, Luis Buñuel), «Los Olvidados», en la cual se retrata un paisaje de lo que entonces nuestra sociedad daba por sentado o simplemente no quería reconocer: las comunidades «pobres», con sus defectos y vicios, casi pocas virtudes, pero aceptamos eso por una decisión artística del cineasta.
A diferencia de otras culturas en donde los problemas quizá se dan más a discusión con polos completamente definidos, en México el clasismo se da por sentado, no se habla de un «nosotros», sino de un «ellos» y «yo», a pesar de pertenecer a un mismo espacio con divisiones imaginarias. ¿Sería correcto denunciar estas prácticas? ¿Quién predomina en esta guerra silenciosa?
El problema nace debido a la poca comunicación y poca aceptación de un espacio en común más allá del físico: las barreras ya no son solo en calles o colonias, las clases se han servido de la televisión y del entretenimiento en general para justificar los actos discriminatorios. Podemos ver, por ejemplo, un claro racismo pasivo entre la gente «prieta» y los «whitexicans», cada uno apoyándose en una moral ficticia que no se pueden obtener si se es del bando contrario. La clase «humilde» tiene una moral más alta, un sentido de pertenencia cursi, la capacidad de ver por los demás antes que por uno mismo. Mientras que la «élite» goza de una mentalidad arrasadora y perspicaz, demeritando las ventajas de un entorno preestablecido y acreditando su poder social a un «espíritu» de competencia más desarrollado. Las oportunidades se presentan para aprovecharlas, mientras que para la clase baja la voluntad de dios proveerá.
Es cierto, no es exclusivo de nuestro país, pero la cultura que permea el campo está toda llena de la constante pelea social.
Lo cual nos lleva al mejor ejemplo que existe actualmente: La Rosa de Guadalupe es un programa de ya varios años al aire, en donde se tocan temas que conciernen a un público «muy general». Sin embargo, y a pesar de la diversidad de temas, hay una configuración que perdura siempre: los protagonistas normalmente son los de la clase baja, con limitados recursos pero con un sentido de identidad y pertenencia terriblemente romantizado. Es el pobre el que lucha contra una sociedad que no hace más que aprovecharse de su bondad, como la providencia de dios: no hacen más que poner la otra mejilla para demostrar su fe y poder de convicción a lo que creen, a lo que son.
Podemos reírnos, tomarlo como juego, en este sentido que últimamente se ha popularizado, «es tan malo que es bueno», y es verdad que resulta entretenido, casi surreal lo que se ve en este programa o en sus similares, sin embargo entendemos que nosotros no somos su audiencia base: en algún lugar alguien ve un capitulo y se convence de que la vida real es así, porque no tienen ninguna forma o algún medio por el cual desmentir sus ideas: «la clase alta se aprovecha de mí, porque ellos no tienen corazón, sus relaciones se basan en poder, y no en amor o la compasión. Yo soy dueño de una verdad que el dinero logra cegar. Mi ambición logra tener un límite y mi moral es flexible porque yo soy la víctima y el protagonista de un mundo malvado.»
¿Es este programa un cáncer para nuestro entretenimiento? Es posible aprender algo, sacar algo bueno, pero siempre habrá personas que no lograran discernir entre lo que es real de la ficción.
Ni el pobre es bueno por ser pobre, ni el rico es malo por ser rico, ni viceversa. Sin embargo, es un tema del cual se pueden sacar muchas discusiones, obras, música, literatura, poesía. Hecha de una manera inteligente, uno como mexicano se puede nutrir de esta controversia que nunca nos va a dejar.
* En NI QUE FUERA POLÍTICA recibimos aportes de colaboradores externos, no nos hacemos responsables por su opinión particular pero promovemos su libertad a expresarla. Más información en https://www.niquefuerapolitica.com/como-mandar-tu-aporte.