LA CIUDAD BASURA

Fotografía: Ángel Flores

Cuando se organizó políticamente el territorio se concentraron las dinámicas sociales en ciertos espacios, considerados, según sea el caso, como santuarios inviolables para el bien común y el desarrollo de la humanidad, pero la excepción a esta dinámica fue más dramática y lamentable.

Los baldíos, los caminos rurales, los territorios vacíos todos ellos sufren de las consecuencias de ser los no lugares, donde la vida no crece, no prospera, no llama a establecerse, no solamente referido a las verdes plantas, sino a la vida humana, la misma vida de.

La invasión de estos tristes destinos comienza en el corazón de los sistemas de capitales. El consumo.

La alimentación, lo vestido, lo necesario, la decoración, la estancia, el desarrollo nuestro, establecido en función de un consumo lógico que “necesitamos, porque fuera de aquello no debe haber nada bueno”, da a relucir la desmedida creación de necesidades inútiles que cada vez más nos estancan en el círculo de la dependencia.

Todos estos procesos originan, algunos, y alimentan las divisiones de clase que tan marcadamente se nos presentan como problemas titánicos.

¿Cómo es esto?

El acceso a los productos “necesarios” para el bienestar y el desarrollo se divide en cuantas clases conocemos en nuestro núcleo social, lo que origina muchos curiosos males que no voy a mencionar por respeto a ellos y por su especial complejidad.

A lo que las élites pueden acceder no es lo mismo a lo que las masas pueden, aunque en apariencia esta distinción pudiera no ser notoria. El contacto principal de las masas a ciertos productos origina un resultado indeseable: el desecho.

Aquella ponzoña de despojo es el resultado inmediato de la indolencia. Si después de conceder, la autoridad no procura un buen sistema y una buena cultura sanitaria y de los desechos ocasiona una indolencia especial de la gente que le toma la misma importancia al desecho que la autoridad a la cultura misma de los residuos.

VERTEDEROS, CÚMULOS, MONTONES, MONTAÑAS, TODOS ELLOS SON EL SÍNTOMA DE UN PROCESO INCOMPLETO DE UNA NECESIDAD “CUBIERTA.”

La mismísima decadencia de esas víctimas inmuebles de la urbanidad se observa como la desorientación de una colectividad a la que se le han dejado varios huecos en su propio proceso de satisfacción de las necesidades. Lo que es, la desolación de esos lotes tan mentados es un síntoma de un proceso incompleto de las satisfacciones del hombre, por eso es una desorientación, no sabemos qué hacer después de haber consumido, aunque veamos programas de reciclaje vagamente promocionados.

EL ESCOMBRO, LOS MUEBLES, LOS VIDRIOS, EMPAQUES, MADERAS, LA MIERDA, UNA NATURALEZA MUERTA QUE INVADE SIN CONSIDERACIÓN LA PROSPERIDAD Y EL DESGASTE DE LA CIUDAD.

Pero el sentido no está tan perdido cuando efectivamente se la ha dado uno al despojo: las taparroscas contra el cáncer, el reciclaje inmobiliario, el arte con desechos, la segunda vida, etc.

Son ejemplos de una esperanza viva, pero tristes consecuencias de la adaptación a los horrores de un desecho impuesto al que ni belleza, ni bondad, ni verdad se les puede encontrar.

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