Un mundo de ciegos

Fotografía: Rolando Ramos Cardona

La ceguera. Wells, Sabato, Saramago, son algunos de los escritores que se vienen a mi mente, quienes trataron este tema con el más sofisticado estilo, convirtiendo el simbolismo en la metáfora viva, sentenciando entre sus líneas que somos un mundo de ciegos, de ojos sanos y perpetua mirada pero Ciegos.

¿En qué momento comenzó esta ceguera? ¿Es una epidemia, una secta, o un estilo de vida? Platón expone una escena similar en el mito de la caverna, un grupo de hombres permanecen encadenados en las profundidades de una cueva, ahí nacieron y la única “realidad” que distinguen son unas extrañas sombras que se proyectan frente a ellos, atrás solo hay un muro que cubre una hoguera la cual usan otros hombres para proyectar esas peculiares figuras, creando la realidad de los otros. El hombre solo ve una simulación de la realidad, dejando que otro construya su escenario, lo distrae de su condición de reo. Ciego al mundo real.

Al estar en reuniones familiares, he pasado, con más frecuencia de la que me gustaría el choque generacional que se da entre todos los miembros, opiniones que distan mucho de la otras, basadas en experiencias y tradiciones arraigadas desde la cuna, los temas son actuales, el mundo está sufriendo la serie de cambios que vienen inherentes al ser humano y la adaptación (o destrucción) que esta conlleva, y es imposible no sacar los puntos de vista de estas noticias que se podrían considerar “Tabúes” política, religión, manifestaciones, entre otras, el mundo arde desde la mesa y cada uno defiende su palabra como si se tratara de una trinchera. El problema que estas discusiones traen, porque verdaderamente son más batallas que diálogos, se debe a que cada quién espera su turno para hablar, sin siquiera escuchar lo que el otro dice, sin hacer el menor intento de ponerse en la perspectiva del otro, el resultado es obsoleto: solo el distanciamiento y el enojo por parte de todos los miembros.

Este problema no se ve solamente en una simple reunión, sino en la mayoría de la sociedad actual: Somos ciegos ante el otro. Sumergidos en la cueva de Platón, encadenados por las antiguas tradiciones que forman sombras de prejuicios, fanatismo e ignorancia, nadie nota las cadenas, por lo tanto, nadie busca salir. Tomo las palabras de un amigo que describe lo que para él quiso decir Wells en «El país de los ciegos»:

“Cabrones, aprendan a VER, más que con la vista, con todo aquello que nos complementa como humanos”

Más que con la vista, la razón, la empatía, ver más allá de nuestro mundo interno, egoístas tratamos ese mundo como el único, sin embarcarnos en el sendero de los otros.

Saramago expone en «Ensayo sobre la ceguera» un apocalipsis. El mundo se ha quedado ciego, y sin los ojos que dicen por ahí son el espejo del alma, el mundo comienza a sacar el lado primitivo que todos llevamos dentro, robos, caos, homicidios, violaciones ¿Es acaso diferente esta utopía del mundo en que vivimos? Escenas de miseria e injusticia que se solapan con la excusa de la sobrevivencia, el abuso hacia el débil por parte de los grupos organizados que se aprovechan de su poderío, en este mundo donde nadie ve, las identidades se destruyen. Saramago es claro en su prosa, y el simbolismo de los ciegos es su manifiesto de como la sociedad absorta en el mundo de la apariencia, se deja manipular por las grandes instituciones de poder, y cuando la razón y la conciencia llegan a ampliar nuestro pensamiento, nos sentimos abatidos, nos sentimos Ciegos, sin pararnos a pensar que ciegos siempre hemos sido.

Sabato en «Informe sobre ciegos» no se queda atrás, sus ciegos son una especie de secta que guardan consigo una verdad suprema, el hombre debe luchar para vencer su ceguera, para poder Ver, jugamos con este verbo de muchas maneras. El hombre puede ver, pero cuando realmente esta Viendo presta atención al mundo que lo rodea y no es indiferente a él, cuando no ve lo que quiere ver, sino lo que es, cuando se mira en los ojos del otro y descubre que es igual a él, la conciencia se manifiesta, el hombre se atreve a salir de la caverna, no importan las consecuencias, la verdad debe ser defendida con la vida. Solo en ese momento la ceguera es superada.

La literatura ha tratado a los ciegos como la metáfora perfecta del hombre moderno, el mensaje no se pierde en cada voz distinta que los toma para hacer la comparativa, al contrario, el mensaje se vuelve más fuerte, se vuelve violento y nos marca un ultimátum: Somos un mundo de ciegos, aprendamos a ver, que de nuestra ceguera corroímos a la sociedad, corroímos al mundo.

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